Pensar en una cátedra como historia de Colombia para estudiantes de comunicación social-periodismo implica reflexionar acerca de sus fines. Lo cual implica concebir al comunicador y especialmente al periodista no sólo como instrumento para reportar hechos noticiosos de relevancia para la ciudadanía, sino apelar a sus facultades comunicativas y en calidad en algunos casos de testigo o investigador, divulgar su visión que más adelante genere opiniones.
Es una necesidad apelar al estudio de lo histórico, porque un periodista que pretenda entender, criticar y registrar la sociedad actual debe tener un contexto histórico que a partir de este pueda entender los distintos procesos, nada sencillos y colmados de múltiples significados por los cuales una nación se configura como tal.
Además no solo hacer una mirada al pasado es suficiente como referencia, comparar estos hechos históricos con el presente tiene mucho significado, sobre todo para quienes se están empezando a formarse en concepto de nación, o quien necesita entender cuáles eran y porqué los aspectos políticos, sociales y religiosos aún se replican desde tiempos ancestrales.
Entonces precisamente la historia debería ser toda una obligación en todos los aspectos que cubre el periodismo y la comunicación, porque además no solo diariamente se están cubriendo o analizando hechos, que en unos años harán parte de la historia y en el cual será necesario resaltar todos aquellos actores que hicieron posibles múltiples procesos políticos, sociales que de alguna forma nos beneficien o afecten, pero si se hace memoria de estos tendremos herramientas suficientes para comprender el presente y evitar en el futuro pecar por omisión.
Tras más de tres siglos de conquista y colonia del imperio español, el sentimiento independentista se extendió en América. En lo que era conocido como Nuevo Reino de Granada, el descontento se manifestó con la rebelión de Los Comuneros y tuvo como prólogo la traducción y divulgación que hizo Antonio Nariño de los Derechos del Hombre.
Pero fue un acto simbólico alrededor del préstamo de un florero lo que llevó al levantamiento del pueblo de Santafé y lo que propició la campaña libertadora. Los criollos buscaban la independencia de la corona española y el 20 de julio de 1810 planearon inducir una revuelta popular en la que los pobladores elevaran sus descontentos ante el mandato español.
Era viernes, día de mercado y de mayor concurrencia a la plaza mayor. Al mediodía, Luis de Rubio se acercó a la casa del español José González Llorente y le pidió prestado un florero para decorar la mesa de Antonio Villavicencio. La inminente negativa permitió la intervención de Francisco José de Caldas y Antonio Morales, que inmediatamente alertaron al pueblo de la afrenta del “chapetón” (como eran llamados los españoles) al pueblo americano. Aun cuando Llorente negó lo acontecido y no hubo por su parte mayor ofensa, el pueblo heterogéneo que concurría la plaza mayor arremetió contra el virreinato, provocando una revolución que desembocó en la inminente firma del Acta de Independencia de Santafé, dirigida por decisión de la Junta de Gobierno. Aunque no fue la única revolución ni la más certera, es considerada como la fecha oficial de la independencia porque abrió el sendero de intensas luchas libertarias contra la corona española. Fue la proclamación de una independencia total que se conseguiría bajo el mando de Simón Bolívar tras una campaña que inició en mayo de 1818 en Venezuela y terminó en la Batalla de Boyacá el 7 de agosto de 1819. Así se dio paso al Congreso de Angostura y al nacimiento de la República de Colombia.
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